Para registrar su club, tuvieron que rellenar un
formulario y esperar una semana para la confirmaciĆ³n de que todo estaba
correcto y para que les asignaran un lugar de reuniĆ³n. Mientras esperaban, a
Rose se le ocurriĆ³ que podĆan hacer insignias con el logo del club para los
miembros, asĆ que, con la ayuda artĆstica de Scorpius, Rose creĆ³ unas insignias
que tenĆan forma de escudo con el borde azul Ravenclaw y el interior dividido
en dos colores (rojo Gryffindor y amarillo Hufflepuff), y entre los dos
colores, una forma redondeada (como si se tratase de un sello) con las letras
ECHS en el centro de color verde Slytherin. Cada uno tuvo que pagar tres
sickles por las insignias, y se estableciĆ³ que cada nuevo miembro tendrĆa que
pagar tambiƩn tres sickles para recibir la insignia.
Antes de que les diesen la confirmaciĆ³n del club,
James se reuniĆ³ con ellos para decirles que habĆa hablado con Luned y, aunque
estaba aterrada, querĆa intentar dejarse ayudar. La persona que le habĆa
causado mejor impresiĆ³n habĆa sido Lizzie, asĆ que ella serĆa la primera en
bajar para enseƱarle. Como los de primero sĆ³lo tenĆan dos clases los viernes,
decidieron utilizar ese tiempo libre para dar las clases a Luned.
El viernes, cuando Lizzie se fue con el mapa de
James, Albus le preguntĆ³ a Scorpius si estaba nervioso por el partido de
quidditch que se jugarĆa al dĆa siguiente, pues se trataba de Hufflepuff contra
Ravenclaw.
—Un poco —respondiĆ³ Scorpius. Estaban sentados en
el patio interior con una llama azul metida en un tarro de cristal que les daba
calor—. Dicen que Hufflepuff tiene muy buenos jugadores y muy buenas tĆ”cticas,
pero confĆo en que les repercuta la falta de uno de los cazadores que tenĆan el
aƱo pasado, que se ve que era uno de los mejores del colegio.
—¿Es a quien sustituye Rebecca, supongo?
—preguntĆ³ Albus.
—SĆ, exacto.
—Es parecido a lo que pasĆ³ en nuestro partido
—empezĆ³ a decir Rose, y Albus supuso que presumirĆa de que Gryffindor hubiese ganado
aquel partido—: todo el mundo pensaba que Gryffindor no tendrĆa oportunidad, ¿y
quĆ© pasĆ³? Ganamos —y les dedicĆ³ una sonrisa de superioridad.
—SĆ³lo ganasteis porque James os consiguiĆ³ la snitch, pero no fue un partido del que
sentirse orgulloso si eres un Gryffindor —dijo Scorpius.
—Eso mismo —acordĆ³ Albus—. Nosotros jugamos mucho
mejor que vosotros.
—Pero lo que cuenta es el resultado —quiso zanjar
el tema Rose.
—Nosotros os enseƱaremos lo que es ofrecer un
partido de calidad —dijo orgulloso Scorpius.
Aunque Scorpius era un niƱo modesto y que no se
metĆa en disputas, cuando se trataba de quidditch mostraba su orgullo y su
entusiasmo sin ninguna vergĆ¼enza, incluso se enzarzaba en discusiones para
defender a su equipo.
—Hablas como si fueseis los mejores del colegio
—se burlĆ³ Rose.
—Bueno, no puedo esperar mucho de un equipo cuya
mascota es un leĆ³n, animales que se dedican a ser vagos y a dejar el trabajo a
otros.
Albus alzĆ³ las cejas, abriĆ³ mucho los ojos y
abriĆ³ la boca, igual que Rose.
—Guau —murmurĆ³ Albus.
—Estoy deseando que llegue el partido para veros
perder, Ć”guilas —dijo despectivamente Rose.
—¿Hacemos una apuesta? —propuso Albus y les
dedicĆ³ una sonrisa a sus amigos—. ¿Los deberes de toda una semana?
—No voy a jugarme los deberes, Al —se negĆ³ Scorpius.
—Pero si ganas, te los harĆa Rose.
—No podemos hacer eso.
—¿Pero estĆ”s de acuerdo en apostar? —notĆ³ Rose,
divertida.
—SĆ. Me gustarĆa apostar por Ravenclaw. Pero
propongo que lo hagamos bien. Que quede por escrito.
—Las apuestas de quidditch serĆ”n una de las
actividades de nuestro club. ¿Os parece bien? —dijo Albus.
—¡Genial! —exclamĆ³ Rose—. Pero, entonces,
¿querĆ©is esperar a Lizzie? QuizĆ”s quiera apostar tambiĆ©n.
—Vale. Y lo redactaremos. Y lo que pactemos se
tiene que cumplir —estableciĆ³ Albus.
—SĆ —dijeron Scorpius y Rose al unĆsono.
Cuando Lizzie volviĆ³ de dar la clase a Luned, se
reuniĆ³ con sus amigos en el patio y les explicĆ³ que Luned habĆa estado muy
nerviosa y la magia se le habĆa descontrolado varias veces. Les enseĆ±Ć³ algunas
heridas que habĆa recibido, pero no eran graves, asĆ que evitĆ³ ir a la
enfermerĆa. Se las curĆ³ Scorpius allĆ mismo, pues llevaba encima algunas
hierbas. A pesar de los problemas, Lizzie habĆa conseguido que Luned se relajase
y le habĆa podido enseƱar algunos hechizos y mucha teorĆa.
—Creo que el siguiente que deberĆa ir es Scorpius
—opinĆ³ cuando acabĆ³ de contarles todo lo que habĆa pasado con Luned, y mirĆ³ a
Scorpius—. Tienes paciencia y ademĆ”s eres muy listo. Y como tienes que
enseƱarle dos asignaturas, podrĆas ir mĆ”s veces antes que bajen Rose y Albus a
enseƱarle hechizos que requieran mĆ”s concentraciĆ³n.
Scorpius aceptĆ³, y Albus se preparĆ³ para hablar
del ECHS y de las apuestas.
—Creo que estarĆa bien hablar de lo que se va a
hacer en el ECHS antes que nos den la confirmaciĆ³n, y asĆ poder aƱadir nuevos
miembros a finales de este mes.
Todos estuvieron de acuerdo, pero Scorpius
preferĆa un ambiente mĆ”s tranquilo para hablarlo, asĆ que fueron a la
biblioteca.
—QuĆ© pena no tener una sala comĆŗn para todos
—comentĆ³ Lizzie una vez se hubieron sentado a una mesa—; ahora nos sentarĆamos
en un sofĆ” delante de la chimenea y con un pergamino en las rodillas para
escribir.
—Puede que si conseguimos ser muchos miembros,
nos den una sala de reuniĆ³n guay, con un sofĆ” y una chimenea —dijo Rose.
—OjalĆ”.
Scorpius sacĆ³ pergamino y pluma para apuntar todo
lo que se dijese, y cuando tuviesen todas las reglas claras, lo pasarĆa a
limpio.
—Primero: ¿cada cuĆ”nto querĆ©is hacer las
reuniones? —empezĆ³ Albus.
—Pues depende de cuantas personas podamos traer
para que se hagan miembros —dijo Lizzie.
Estuvieron lo que quedaba de la tarde encerrados
en la biblioteca, estableciendo las normas, pero como no les dio tiempo,
tuvieron que volver despuƩs de cenar y seguir con las normas y las actividades.
Faltaba una media hora para que la biblioteca cerrase cuando Albus pidiĆ³ a
Scorpius que leyese todo a lo que habĆan convenido y, cuando todos estuvieron
de acuerdo que esos eran los elementos clave de su club, se despidieron y se
fueron cada uno a sus salas comunes con la promesa de Scorpius de que al dĆa
siguiente les darĆa a cada uno una copia del documento pasado a limpio.
Despertarse en una habitaciĆ³n de Slytherin
siempre era confuso. Eran las Ćŗnicas habitaciones en las que no entraba luz
natural, asĆ que nunca sabĆan si fuera habĆa salido el sol, si llovĆa, si
nevaba o si habĆa vendavales. Tampoco podĆan recibir ni enviar lechuzas desde
su sala comĆŗn porque sus Ćŗnicas ventanas daban al lago y, por lo tanto, tampoco
podĆan tener las lechuzas en las habitaciones con ellos. Albus echaba mucho de
menos a Zorion e iba a visitarle
siempre que podĆa a la lechucerĆa. La lechuza tambiĆ©n notaba el cambio y no le
gustaba, pues parecĆa que siempre tenĆa una mueca de enfado con Albus, aunque
despuĆ©s de pasar un rato con Ć©l, se calmaba. Zorion era una lechuza macho que tenĆa las plumas de un precioso
color castaƱo que recordaba al cafƩ y unos ojos negros azabache. Era bastante
grande para ser una lechuza marrĆ³n. Albus recordaba cĆ³mo se asustĆ³ el dĆa en
que la vio en el Emporio de la Lechuza; estaba en una jaula regular para las de
su especie, pero era tan grande que tenĆa la cabeza ladeada con tal de caber en
la jaula, y no podĆa desplegar casi las alas. Aunque Albus se asustĆ³ de su gran
tamaƱo y de sus ojos oscuros, le dio tanta pena verlo en esa jaula que le pidiĆ³
a su padre que se la comprase para que pudiese abrir las alas y sentirse libre,
y Zorion se lo agradeciĆ³ tanto que
hasta la fecha nadie que no fuera Albus podĆa acercarse a Ć©l.
HacĆa dĆas que no iba a visitarle, asĆ que Albus
se levantĆ³ pronto con la intenciĆ³n de ir a verle antes de desayunar. Se vistiĆ³
en su cama, con las cortinas de dosel a su alrededor y, cuando estuvo listo,
corriĆ³ las cortinas y se puso los zapatos. Cuando alzĆ³ la cabeza y se levantĆ³,
vio por el rabillo del ojo algo moverse por la ventana que habĆa al lado de su
cama. Se volviĆ³ para mirar con mĆ”s atenciĆ³n, y lo que vio le causĆ³ tanta
impresiĆ³n que dio un salto hacia atrĆ”s. Era una criatura de piel amarilla
verdosa (aunque bajo la tonalidad verde del fondo del lago parecĆa grisĆ”cea),
con el cabello del color de las algas y los ojos amarillos. Era parecida a un
ser humano de cintura para arriba, y de cintura para abajo tenĆa una delgada y
larga cola de pez. El pelo largo flotaba en el agua con un movimiento
hechizante. Albus no supo quĆ© hacer. La criatura parecĆa tan confusa como Ć©l,
pues se mantenĆa alejada de la ventana, pero no lo suficiente para que Albus no
pudiese verla. Albus tragĆ³ saliva, levantĆ³ una mano poco a poco y la agitĆ³
suavemente en seƱal de saludo. La criatura observĆ³ el movimiento atentamente y
lo repitiĆ³. Albus sonriĆ³ y la criatura torciĆ³ un poco la cabeza. Llevaba una
lanza en la otra mano, pero la mantenĆa bajada. Albus se acercĆ³ a la ventana y
puso la mano en ella, y la criatura, cuidadosa, le imitĆ³. Se quedaron mirando a
los ojos, y la criatura abriĆ³ la boca y emitiĆ³ un hermoso canto que llegĆ³ a
Albus tan suave como una canciĆ³n de cuna.
Una mano aterrizĆ³ en el cristal con fuerza e
interrumpiĆ³ el canto de la criatura. Sekinci se acercĆ³ al cristal para
asustarla y esta se alejĆ³ gritando.
—¿Pero a ti quĆ© te pasa, imbĆ©cil? —le gritĆ³
Albus.
—¿QuĆ© me has llamado? —se enfureciĆ³ Sekinci, y
empujĆ³ a Albus.
La criatura, que aĆŗn seguĆa cerca de la ventana,
dio un golpe al cristal con su lanza.
—No puedes hacer nada desde ahĆ, tonta —rio
Sekinci, dirigiĆ©ndose a la criatura. Albus se lanzĆ³ contra Sekinci y ambos
cayeron sobre la mesita de noche de Albus. Sekinci rio—. ¡Albus Potter,
defensor de criaturas raras como Ć©l! —y rio de nuevo.
Albus le estampĆ³ la cabeza contra el suelo y
Sekinci levantĆ³ los brazos para coger el cuello de la camiseta de Albus.
Rodaron por el suelo dƔndose golpes en la cabeza mientras la criatura daba golpes
con su lanza en la ventana. Alguien cogiĆ³ a Albus por los brazos y tirĆ³ de Ć©l,
y hubo otras manos que hicieron lo mismo con Sekinci.
—¡Ya vale, parad los dos! —les gritĆ³ Richard por
encima de los insultos que se dedicaban Albus y Sekinci.
Les costĆ³ separarlos, y los llevaron cada uno a
un extremo de la habitaciĆ³n. Cian sostenĆa a Sekinci, y Richard y Charlie
sostenĆan a Albus porque ambos intentaban zafarse y seguir peleando. La
criatura dedicĆ³ una mirada frĆa y calculadora a Sekinci antes de desaparecer.
Como no paraban de agitarse, Cian le pidiĆ³ a Richard que inmovilizase a
Sekinci, asĆ que Charlie agarrĆ³ solo a Albus lo mĆ”ximo que pudo mientras Richard
iba a coger su varita.
—Petrificus
totalus.
—¡No! —gritĆ³ Sekinci antes de que se le quedasen
los brazos pegados al cuerpo y cayese petrificado sobre Cian.
Albus se zafĆ³ de Charlie, pero se quedĆ³ quieto
donde estaba, como si se le hubiese olvidado lo que querĆa hacer.
—¿Por quĆ© no lo hemos hecho con Albus tambiĆ©n?
—preguntĆ³ Charlie.
—Porque Sekinci nos cae mal —dijo Cian mientras
apartaba a Sekinci y salĆa de debajo de Ć©l.
Albus fue corriendo a la ventana, pero vio que la
criatura ya no estaba y maldijo por lo bajo.
—¡Siempre lo tienes que estropear todo, ¿no?! —le
gritĆ³ a Sekinci despuĆ©s de aproximarse a Ć©l y acercarse a su cara—. ¿Pero quĆ©
te pasa, en serio? ¿Te tienes que cargar todo lo bonito del mundo?
—Vamos, Albus —intentĆ³ calmarle Cian, y le apartĆ³
de Sekinci.
—AyĆŗdame a meterlo en su cama, Charlie —pidiĆ³
Richard.
Juntos lo levantaron del suelo y lo pusieron
encima de su cama mientras Cian hacĆa que Albus se sentase en la suya. Todos
excepto Albus estaban en pijama, y Cian tenĆa el pelo rubio enmaraƱado. Charlie
ni siquiera se habĆa puesto las gafas aĆŗn.
—Se lo dirĆ” a los profesores —dijo Richard mientras
Ć©l y Charlie se acercaban a Cian y Albus.
—Esperad —pidiĆ³ Albus—. Muffliato —susurrĆ³, y alrededor de ellos se creĆ³ un campo en el que
podĆan hablar sin ser escuchados por los que estaban fuera (es decir,
Sekinci)—. Lo uso siempre en casa. Es muy Ćŗtil si quieres que tu hermano no se
entere de algo personal.
—¡Genial! —exclamĆ³ Cian.
—Cuando se enteren de esto, nos quitarĆ”n por lo
menos cincuenta puntos a cada uno —dijo Richard.
—¿Cincuenta? —exclamĆ³ indignado Cian.
—¡No sĆ³lo Albus ha pegado a Sekinci, sino que
ademĆ”s le hemos hechizado y todo el mundo ha estado de acuerdo! —explicĆ³
Richard—. Estamos fastidiados.
—Somos cuatro contra uno, y todo el mundo sabe el
odio que tiene Sekinci por los que no son “de su clase” —dijo Cian—. Si nos
ponemos todos de acuerdo y negamos que pasase nada, nos creerƔn.
—Vale —dijo Albus, aĆŗn un poco enfurruƱado—. Pero
haz otros hechizos con tu varita, Richard. Puede que miren el Ćŗltimo hechizo que
usaste para determinar si de verdad hechizaste a Sekinci.
—Buena idea.
—Entonces estamos todos de acuerdo, ¿no? —se
asegurĆ³ Cian—. Si llega el momento (que llegarĆ”), lo negamos todo.
Todos asintieron y fueron cada uno a su baĆŗl para
vestirse y acudir al partido de quidditch despuƩs de desayunar, excepto Albus,
que cogiĆ³ su varita, una chaqueta y sus guantes, gorro y bufanda de Slytherin y
saliĆ³ en direcciĆ³n a la lechucerĆa.
A medida que subĆa las escaleras, el batir de las
alas y el olor a excremento se hacĆan cada vez mĆ”s fuertes. La lechucerĆa era
una sala circular con ventanas sin cristal y con el suelo cubierto de paja y
excrementos de lechuza. En las perchas que colgaban del techo estaban las
lechuzas tanto de los alumnos como del colegio. Albus se abrazĆ³ cuando llegĆ³ a
la cima de las escaleras, porque al ser ventanas sin cristales y ser una torre,
habĆa fuertes corrientes de viento. LevantĆ³ un brazo en horizontal y llamĆ³ a Zorion, que con elegancia se posĆ³ sobre
el brazo de su amo. Pesaba tanto que Albus tenĆa que hacer mucha fuerza para
mantenerlo en alto.
—Hola, Zorion.
Te he echado de menos —la lechuza girĆ³ la cabeza como si estuviese indignado.
Albus rio y le acariciĆ³ la parte inferior de su cuerpo. La lechuza pareciĆ³
relajarse y mirĆ³ a Albus como si le perdonase. Albus resoplĆ³—. Hay personas
malas en el mundo, ¿sabes? —Zorion le
miraba tan profundamente que Albus pensĆ³ que le entendĆa—. OjalĆ” jamĆ”s te
encuentres con nadie asĆ. Prometo que no te mandarĆ© a casa de ningĆŗn imbĆ©cil
para que entregues una carta. Si alguna vez tengo que enviar una carta para
insultar, enviarƩ a otra lechuza.
Zorion se posĆ³ en el hombro de Albus y acariciĆ³ su pico
contra la mejilla de su amo. DespuĆ©s de un rato jugando, Albus se despidiĆ³ de Zorion y bajĆ³ al Gran Comedor para
desayunar.
Se sentĆ³ junto a Charlie y delante de Cian y
Richard en la mesa de Slytherin y estuvieron hablando del partido de Hufflepuff
contra Ravenclaw. Albus comiĆ³ poco porque la pelea contra Sekinci le habĆa
quitado el apetito y las ganas de hacer nada. Sus amigos intentaron animarle y
que comiese algo.
—Vamos, no vale la pena que te molestes por
alguien como Ć©l —dijo Richard.
—SĆ. Toma, come —Cian le tirĆ³ una tostada untada
con mermelada a su plato—. La he untado yo mismo, el mejor untador del mundo.
DeberĆas probarla —bromeĆ³ Cian.
—Oh, sĆ, las tostadas untadas por Cian Jardine
son las mejores no sĆ³lo del mundo mĆ”gico, sino tambiĆ©n del muggle —siguiĆ³ con
la broma Richard.
Charlie asintiĆ³ con la cabeza y las gafas se le
resbalaron un poco por la nariz. Albus rio, cogiĆ³ la tostada y le dio un
mordisco, pero alguien le dio un empujĆ³n por detrĆ”s y se atragantĆ³ con el trozo
de tostada. Charlie le dio unos golpes en la espalda para ayudarle.
—¿DĆ³nde estĆ” mi hermano? —preguntĆ³ Vergilius
Sekinci, sin esperar a que Albus se liberase del trozo de tostada en la
garganta.
Albus tosiĆ³ y el trozo saliĆ³ disparado hacia el
plato. Charlie dejĆ³ de darle golpes y Sekinci le cogiĆ³ del cuello de la
camiseta (se habĆa quitado la chaqueta y la habĆa puesto encima de las
rodillas, pero cuando Sekinci lo levantĆ³ del banco, se le cayĆ³ al suelo).
—¡SuĆ©ltale! —le espetĆ³ Charlie a Sekinci.
Ćl mirĆ³ al niƱo como si mirase una pulga y le
empujĆ³ con la mano que tenĆa libre, y cuando volviĆ³ a mirar a Albus, lo Ćŗnico
que vio fue un puƱo estampĆ”ndose contra su nariz. SoltĆ³ a Albus en un acto
reflejo y se echĆ³ hacia atrĆ”s. Albus agitĆ³ la mano con la que le habĆa pegado,
pues le habĆa dolido. Cian congelĆ³ algunas lentejas y se las tendiĆ³ a Albus
para que metiese la mano dentro.
—¿Se puede saber quĆ© ha pasado aquĆ? —se acercĆ³
el profesor Faulkner con el rostro comprimido—. Pegar a un alumno es una falta
muy grave, seƱor Potter.
—¡Pero Ć©l sĆ³lo me ha defendido! —exclamĆ³
Charlie—. ¡Sekinci ha empezado!
—¡Basta, seƱor Adam! Se le restarĆ”n cincuenta
puntos a Slytherin por su jueguecito. Ahora acompƔƱenme a la enfermerĆa.
Albus resoplĆ³, sacĆ³ la mano de las lentejas
congeladas, recogiĆ³ la chaqueta del suelo y siguiĆ³ al profesor Faulkner y a
Sekinci (que no retiraba la mano de su nariz) hacia la enfermerĆa. Una vez
allĆ, y mientras Hannah Longbottom atendĆa a Sekinci, el profesor Faulkner se
sentĆ³ al lado de Albus en la cama donde esperaba a ser atendido.
—¿QuĆ© ha pasado? —le preguntĆ³ Faulkner.
—Sekinci me cogiĆ³ de la camiseta y me levantĆ³ del
banco. Charlie sĆ³lo le dijo que me soltase, y Ć©l le empujĆ³ —resoplĆ³—. He tenido
una mala maƱana, y no estaba dispuesto a permitir que Sekinci fuera metiƩndose
con todo el mundo.
—Los profesores estĆ”bamos allĆ y lo estĆ”bamos
viendo. Si me hubiese dejado un poco mƔs de tiempo, Potter, hubiera parado a
Sekinci.
Albus chasqueĆ³ con los dientes. Hubiese podido
evitar una pƩrdida de puntos tan importante con ser un poco mƔs paciente.
—Ya, no lo pensĆ©. Lo siento.
—Bueno, lo hecho, hecho estĆ”. Ganaremos puntos
por otra cosa. Pero no vuelva a pegar a ningĆŗn compaƱero, ¿de acuerdo?
—Lo intentarĆ©, seƱor.
—ConfĆo en que eso signifique un sĆ rotundo para
usted.
Albus sonriĆ³. Faulkner se levantĆ³, hablĆ³ con
Hannah y, antes de irse, se despidiĆ³ de Albus con la mano. Hannah tambiĆ©n
regaĆ±Ć³ a Albus mientras le curaba, y le dijo que esa vez no avisarĆa a sus padres,
pero que si volvĆa a pasar algo parecido, les mandarĆa una lechuza. Albus
aceptĆ³ asustado y saliĆ³ corriendo de la enfermerĆa cuando Hannah acabĆ³ de
atenderle.
Ya no quedaba nadie en el Gran Comedor cuando
Albus llegĆ³ al vestĆbulo, asĆ que corriĆ³ hacia el estado de quidditch en busca
de sus amigos. Scorpius estaba con Cian, Richard y Charlie, y ademĆ”s habĆa dos
compaƱeros de Ravenclaw de Scorpius: Jayden y Alex, a los que conociĆ³ el dĆa
del incidente de las entradas a las salas comunes.
Jayden era rubio con ojos grises, tenĆa la nariz
grande y rota y pecas por toda la cara; Alex, en cambio, tenĆa el pelo moreno y
los ojos oscuros, tenĆa los dientes grandes y era bajito.
—Es un fastidio que nos hayan quitado tantos
puntos —se quejĆ³ Cian en medio de los gritos del pĆŗblico cuando Albus llegĆ³ con
ellos.
—Ha sido culpa mĆa. Lo siento —gritĆ³ Albus para
hacerse oĆr.
—No pasa nada —le restĆ³ importancia Richard—.
Cian y yo ya nos habĆamos levantado para darle una buena tunda, asĆ que si no
le hubieses pegado tĆŗ, lo hubiĆ©ramos hecho nosotros.
—¿QuĆ© ha pasado en el desayuno? —preguntĆ³
Scorpius.
—DespuĆ©s te lo cuento, Scor.
—¡Ya salen, Scorpius! —exclamĆ³ Alex.
Todos miraron hacia el campo. Como habĆan
esperado durante un rato a Albus en la puerta del Gran Comedor, no pudieron
coger las gradas de mĆ”s arriba, asĆ que tuvieron que conformarse con las mĆ”s
bajas. Richard habĆa cogido unos prismĆ”ticos para Albus, asĆ que se los tendiĆ³
justo antes de que los jugadores salieran al campo.
—¡Y ya empiezan a salir al campo! —exclamĆ³ el
comentarista, Howard—. ¡Hoy se enfrentan Hufflepuff y Ravenclaw aquĆ, en el
estadio de Hogwarts! ¿QuiĆ©n ganarĆ”? ¡QuiĆ©n sabe! ¡Para eso estamos aquĆ! —se le
notaba mƔs entusiasmado que en el Gryffindor contra Slytherin. Albus supuso que
era porque jugaba su casa—. Todos se preparan, las pelotas son liberadas, se
oye el silbato de la Ć”rbitra ¡y comienza el partido! Hufflepuff tiene la quaffle. Mackenzie Maccrum vuela hacia
los postes de gol, pasa la quaffle a
Cepheus Weelock, y Ned Headbeg, el golpeador de Ravenclaw, desvĆa una bludger que iba directa hacia Harvey
Brock, el buscador de Ravenclaw, y en su nueva trayectoria, la bludger le da a Weelock justo despuƩs de
que haya podido pasar la quaffle a
Rebecca Phillips, uno de los nuevos fichajes de Hufflepuff. AĆŗn Phillips, pasa
a Maccrum, Maccrum se acerca a los postes, pasa de nuevo a Weelock, Weelock
lanza… ¡Y Minna Sands, la guardiana de Ravenclaw, evita que la quaffle entre en el aro! Sands pasa la quaffle a Nick Griffin, capitĆ”n de
Ravenclaw, y este sale volando hacia el otro extremo del campo. Idji Cornfoot
desvĆa una bludger antes de que le dĆ©
a su capitƔn. Sigue Griffin. Weelock se acerca peligrosamente a Griffin y se
lanza contra Ć©l, pero Griffin pasa la quaffle
a Hena Pocock. ¡Uy, no llega a cogerla! Phillips se mete en medio y coge la quaffle en el aire. La pasa a Maccrum…
¡OH! Una bludger le ha dado, ¡ha tenido
que doler! Hiroto Fairchild, de Ravenclaw, coge la quaffle mientras esta cae y vuela hacia los postes de gol.
Fairchild se aproxima… Weelock va tras Ć©l, ¡pero le da otra bludger! AĆŗn Fairchild, Fairchild estĆ”
llegando a los postes… ¡Y Phillips se interpone! Intenta quitarle la quaffle, pero Fairchild la pasa a
Pocock, que se encuentra con un bloqueo, pasa la quaffle a Griffin ¡y Griffin lanza! John Smith intenta detener una bludger que va directa hacia Martha
Nobble, la guardiana y capitana de Hufflepuff, ¡pero no llega a tiempo y le da
en el hombro! ¡Justo cuando pasaba la quaffle!
¡La quaffle ha entrado! ¡GOL DE
RAVENCLAW!
Scorpius saltĆ³ y gritĆ³ junto a Alex y Jayden, y
tambiƩn lo hicieron todos los Ravenclaws que estaban alrededor de Albus y los
demƔs.
—¡QuĆ© cambio de este partido al anterior! —gritĆ³
Richard.
—¡Desde luego! —acordĆ³ Albus—. Son mucho mejores
que nosotros.
—¡Ni flipando va a ganarles Gryffindor! —se burlĆ³
Cian.
Durante todo el partido, ambos equipos iban muy
igualados, asĆ que la Ćŗnica opciĆ³n que les quedaba era la snitch. Quien la cogiese, ganaba el partido. Pero la pelota no
apareciĆ³ hasta que no hubieron pasado quince minutos de partido. Se encontraban
en un empate: cuarenta a cuarenta, y ni siquiera cuando apareciĆ³ la snitch tuvo un equipo ventaja sobre el
otro, porque los dos buscadores vieron la pelota al mismo tiempo. Mientras
Maccrum se aproximaba a los postes de gol, Ynus Gyese y Harvey Brock volaron
casi hasta los lĆmites del campo para coger la snitch. Smith intentĆ³ detener una bludger, pero no llegĆ³ a tiempo y chocĆ³ contra la escoba de Gyese y
lo desviĆ³. Maccrum marcĆ³ justo despuĆ©s que Brock cogiese la snitch.
—¡HA GANADO RAVENCLAW! ¡No me lo puedo creer!
¡Ravenclaw ha ganado a Hufflepuff! —decĆa Howard como si estuviese confundido y
no se acabase de creer lo que habĆa pasado—. ¡Ciento noventa a cincuenta!
Todos los Ravenclaws saltaban, gritaban y
agitaban los puƱos en el aire. HabĆa sido un partido muy duro, y como tal, los
Ravenclaws no se burlaron de los Hufflepuffs; ambos equipos reconocieron que
habĆa sido un gran partido y se felicitaron el uno al otro por lo bien que
habĆan jugado.
DespuĆ©s de comer, Albus se reuniĆ³ con Scorpius,
Rose y Lizzie para comunicarles que ya tenĆa la confirmaciĆ³n del club ECHS. Les
habĆan dado el aula seiscientos ocho, en el ala este de la sexta planta del
castillo. SegĆŗn le habĆan dicho a Albus, esa aula estaba inutilizada y sellada
con una contraseƱa para que no entrase nadie, asĆ que era perfecta para la sede
de un club. Mientras iban de camino al aula, Scorpius le dio un papel a cada
uno con las reglas del club.
—Se me olvidĆ³ dĆ”roslo esta maƱana —se disculpĆ³.
—¡Ah, genial! —exclamĆ³ Albus, y procediĆ³ a
leerlo.
El texto estaba rodeado de un ornamento dibujado
a mano que reflejaba unas curvas doradas, y rezaba:
Principios de la Entidad Contra los Hermanos
Sekinci
0. El nombre completo del club es secreto, y sĆ³lo
los miembros de este pueden saberlo. Para todos los demƔs, el club se llama
ECHS. En caso de que un miembro difunda el nombre real del club, serĆ” expulsado
inmediatamente.
1. El club no se creĆ³ con la intenciĆ³n de herir a
ningĆŗn alumno. Por tanto, todo aquel que hiera a un compaƱero y proclame
haberlo hecho en nombre del club, serĆ” expulsado inmediatamente y reportado a
los profesores. Si se tratase de un no-miembro, sĆ³lo se le reportarĆ”.
2. Debe respetarse a todos los miembros del club,
por lo que quedan prohibidos los abusos e insultos entre miembros.
3.1. Las reuniones cotidianas podrƔn ser convocadas
por cualquier miembro del club, sean nuevos o veteranos.
3.2. Las reuniones de reclutamiento se llevarƔn a
cabo semestralmente. A conocer, en los meses de noviembre y abril.
3.2.1.
Cada miembro veterano podrƔ traer como mƔximo a dos personas para que se hagan
miembros del club. No es obligatorio.
3.2.2.
Las personas candidatas a ser miembros no podrƔn traer consigo a mƔs personas.
SĆ³lo podrĆ”n hacerlo en la prĆ³xima reuniĆ³n, cuando ya sean miembros reconocidos.
4. Las apuestas entre miembros del club serƔn
revisadas y oficiadas por Albus Potter.
4.1. Cada miembro recibirĆ” 100 puntos al entrar en el
club.
4.2. Se apostarƔn tantos puntos como se quiera.
4.3. Queda prohibido apostar cualquier cosa que no
sean los puntos otorgados por el club.
4.4. El miembro que llegue a quedarse sin puntos,
deberƔ hacer algo vergonzoso que decidirƔn los demƔs miembros para poder
recuperar puntos. Los puntos que se puedan recuperar tambiƩn los decidirƔn los
demƔs miembros del club.
5. Cualquier secreto o sentimiento que se haga
pĆŗblico dentro del club, debe quedarse en el club. Quien rompa esta regla, serĆ”
expulsado inmediatamente.
6. El club serĆ” curricular.
7. Se pagarƔn tres sickles a Rose Granger-Weasley
por la insignia del club.
—EstĆ” genial, Scorpius —dijo Albus cuando acabĆ³
de leer.
—Yo ya he hecho unas cuantas insignias —dijo
Rose, que llevaba las insignias en una cajita—. Cuando las entregue, escribirĆ©
detrƔs el nombre del miembro propietario.
—FantĆ”stico —se excitĆ³ Lizzie—. Entonces… Perdiste
la apuesta, ¿eh? —rio.
—Es verdad, Rose —le recordĆ³ Scorpius—. Hemos
ganado el partido, y debo decir que ha ido muy difĆcil y muy duro. Ha sido un
gran partido.
—SĆ, vale, no hace falta que me lo recordĆ©is.
Albus,
Scorpius y Lizzie rieron. Unos minutos mƔs tarde, llegaron a la puerta del
aula. Albus se adelantĆ³, sacĆ³ la varita, apuntĆ³ a la cerradura y dijo:
—Hogwarts, ensƩƱame algo, por favor.
La puerta se abriĆ³ sola, y los niƱos entraron en
el aula. Era una habitaciĆ³n calurosa y olĆa a ratĆ³n muerto y a madera vieja. No
tenĆa ventanas y los muebles que habĆa eran viejos y estaban roĆdos. La
decepciĆ³n y el asco se veĆan reflejados en los rostros de los niƱos, que se
habĆa quedado cerca de la puerta. Lizzie se adelantĆ³, respirĆ³ hondo (de lo que
se arrepintiĆ³ casi de inmediato) y se remangĆ³ el jersey.
—PongĆ”monos a trabajar —les animĆ³.
SacĆ³ la varita e hizo el encantamiento de
reparaciĆ³n. Scorpius y Rose fueron a buscar escoba, mocho y trapo y se pusieron
a limpiar, y Albus hizo un encantamiento avanzado para que en uno de los muros
se reflejase el tiempo de fuera, como el techo del Gran Comedor. Cuando
acabaron, el aula quedĆ³ mucho mĆ”s presentable que cuando habĆan llegado: el
suelo estaba reluciente, los muebles estaban como nuevos, el polvo habĆa
desaparecido, la iluminaciĆ³n se habĆa vuelto agradable y en los muros se
reflejaba el dĆa oscuro y ventoso que hacĆa fuera.
—Le faltan sofĆ”s —dijo Lizzie.
—Y los muebles que hay son pupitres —dijo Rose—.
DeberĆamos quitarlos y poner una bonita mesa en la que poder hacer deberes y
jugar a juegos de mesa.
—Y poner un armario donde guardar los juegos
—aƱadiĆ³ Scorpius.
—Y en la pizarra podrĆamos colgar las reglas y
escribir el prĆ³ximo dĆa de reuniĆ³n y los miembros y los puntos que tienen cada
uno, que por cierto… —dijo Albus.
—Oh, vaya —se quejĆ³ Rose.
Rose ya habĆa asignado cada insignia a uno de
ellos y las llevaban sujetas en las camisetas, en el lado contrario del
corazĆ³n. Albus se acercĆ³ a la pizarra y empezĆ³ a apuntar:
PrĆ³xima reuniĆ³n*:
25 de noviembre, 11 am
Albus → 104 pts
Lizzie → 104 pts
Scorpius → 104 pts
Rose → 88 pts
—¿Para quĆ© es el asterisco? —preguntĆ³ Lizzie.
—Quiere decir que es una reuniĆ³n de reclutamiento
—respondiĆ³ Albus.
—Ah, ya. ¿Todos vais a traer a alguien?
—Yo sĆ.
—Yo tambiĆ©n —dijo Scorpius.
—SĆ, yo tengo alguien en mente tambiĆ©n —comentĆ³
Rose.
—Vale… Podemos traer a cualquiera, ¿no?
Todos respondieron a Lizzie que sĆ (siempre y
cuando, claro, odiasen a los hermanos Sekinci), pues al fin y al cabo, el
objetivo del club era conocer gente nueva y hacer nuevos amigos.
—OĆd —empezĆ³ a decir Rose mientras miraba
fijamente la pared de enfrente de la de la pizarra—: ¿quĆ© os parecerĆa colgar
allĆ fotos de los Sekinci y que pudiĆ©semos pintar en ellas y tirarles cosas, ya
que con los de verdad no podemos hacerlo?
—¡Me parece genial! —exclamĆ³ divertida Lizzie—.
Aunque tendremos que conseguir muchas fotos para que nadie se quede con las
ganas.
Era bien entrada la tarde cuando salieron del
aula hablando animadamente de nuevas ideas para el club y para el aula. HabĆan
cambiado la contraseƱa de «Hogwarts, ensƩƱanos algo, por favor» a «Entidad
Contra los Hermanos Sekinci», pues ya que el nombre era secreto y sĆ³lo podĆan
conocerlo los miembros, era la contraseƱa perfecta. TambiĆ©n habĆan establecido
que, cuando se fuese a decir la contraseƱa, antes se conjurara en hechizo muffliato, para evitar que por accidente
alguien lo oyera.
—¿A quiĆ©n vas a traer tĆŗ, Albus? —le preguntĆ³
Scorpius cuando ya se acercaban a la Gran Escalera.
—A James, por supuesto. Le encantarĆ” la idea. MĆ”s
adelante me gustarĆa traer a Cian, Richard y Charlie. ¿A quiĆ©n traerĆ”s tĆŗ?
—A Alex y Jayden. No me atreverĆa con nadie mĆ”s
—rio tĆmidamente.
—Oh, Scorpius —rio Albus tambiĆ©n—. ¿Y vosotras?
—AĆŗn tengo que acabar de decidirme —dijo Rose y
achinĆ³ los ojos en seƱal de duda.
—Yo quiero probar algo, asĆ que tendrĆ©is que
esperar hasta el dĆa de la reuniĆ³n —dijo entre divertida y misteriosa Lizzie.
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