IX. HJ

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La mañana había amanecido encapotada y con amenaza de lluvia en cada rincón, y aunque eso no desanimó a aquellos que se preparaban para las pruebas de quidditch, sí preocupó a Albus. Temía volver a enfermar si llovía, pero el suelo no se mojó durante el desayuno, así que confió en que solamente fueran nubes con mala pinta.
El equipo de Hufflepuff recogía mientras los de Slytherin se preparaban. Rebecca y Mackenzie pasaron cerca de Albus hacia las gradas y le saludaron con la mano. Se fijó en que Mackenzie llevaba en su túnica una insignia amarilla con un tejón y una «D»: era delegada. Albus le sonrió antes de que estuvieran demasiado lejos. Rose, Lizzie y Scorpius también estaban en las gradas, hablando entre ellos mientras los aspirantes de Slytherin cogían las escobas y se colocaban en el campo delante del capitán, Raven Starr. Este, vestido con su uniforme de quidditch y con el largo cabello negro recogido en un moño despeinado, observaba a los aspirantes con ojos avizores y los puños en sus caderas. Albus tragó antes de agarrar con fuerza su escoba y acercarse a los demás.
Raven les hizo organizarse en grupos y volar alrededor del campo, y de cada grupo se quedó con los mejores. Entonces empezó a hacer las pruebas para cada posición, siendo los primeros los cazadores. Como él mismo era cazador, solo necesitaba a dos más y quizás algún sustituto. Vergilius Sekinci era veloz, se manejaba perfectamente en su escoba y sus movimientos eran increíbles, para descontento de Albus. Obviamente fue elegido como uno de los cazadores. El otro miembro fue una chica de tercero llamada Eleanor Tennfjord. Tenía ascendencia nórdica y, como tal, su pelo era rubio y sus ojos azules. Sus maniobras con la escoba fueron alucinantes y sus tiros certeros. Su rostro se transformaba cuando estaba en el campo: ojos calculadores y ceño casi fruncido, pero al bajar de la escoba era sonriente y cálida. Hubo otra chica que lo hizo casi tan bien como Sekinci: Jane Studwick era también ágil con la escoba y dominaba la quaffle como una extensión de sí misma, y aunque no pudo competir contra Sekinci, se ganó el puesto de sustituta. Pero eso no hizo gracia a Sekinci.
—¿Pero tú sabes quién es esa? —protestó y se acercó tanto a Raven que Albus pensó que quería darle un cabezazo.
—Sí, una de las mejores cazadoras que he visto hoy —Raven se enfrentó a él sin mostrar signo alguno de miedo, sino todo lo contrario: parecía agotado de Sekinci y decidido a no dejarle salirse con la suya.
—¡¡Es una sangre sucia!!
—Si eso es lo que piensas, Vergilius, puedes largarte.
—No hasta que la eches.
—No me has entendido —alargó un brazo y señaló fuera del campo—. Lárgate del equipo.
—¡¿Qué?!
Albus echó una mirada rápida a sus amigos en la grada, que le devolvieron la mirada igual de incrédulos, y al volverse captó la mirada de Jane, que mantenía la boca entreabierta.
—El quidditch es un deporte en equipo —le dijo Raven—. Si no sabes trabajar en equipo (y no sabes), no puedes quedarte.
—No te atreverás —Vergilius rechinó los dientes y bajó la mirada, lo que la ensombreció y a Albus le recordó a un oso.
—¿Cómo que no? Acabo de hacerlo. Estás fuera.
Vergilius se apartó y sacó rápidamente la varita de entre las ropas, pero Horos Fawley (el que había sido guardián el año anterior) convocó el encantamiento desarmador y la varita de Sekinci se perdió entre el césped pisoteado.
—¡Fuera de aquí! —le gritó Raven con el rostro comprimido.
Mackenzie, como delegada, quitó cuarenta puntos a Slytherin por el comportamiento de Sekinci, pero cuando este se hubo alejado a pasos agigantados, dio cincuenta por la reacción de Raven y Horos. Aquello ayudó a relajar un poco más el ambiente, aunque el rostro de Jane estaba lleno de incomodidad mezclada con orgullo. Fue ascendida a cazadora principal junto a Eleanor y Raven, y a continuación fue el turno de los golpeadores.
Albus tenía buena puntería, pero se le escaparon varias bludgers, así que, aunque bueno, quedó relegado a sustituto a favor de Barbara Goyle (a la que se le facilitaba el trabajo por sus anchas espaldas y sus fuertes brazos) y Hannah Rice (que, aunque muy bajita, su precisión era del cien por cien). Para los puestos de guardián y buscador no hubo cambios al año anterior: Horos quedó como guardián y Katee Darren como buscadora. Raven les comunicó que pondría en el tablón de anuncios el próximo día de entrenamiento y les pidió que estuvieran atentos, pues no quería ni retrasos ni ninguna otra sorpresa. Mientras los amigos de Albus se acercaban a él, pudo ver cómo Raven se acercaba a Jane y hablaba con ella sobre, por lo que pudo oír, Sekinci.
—¡Qué bien, Albus! —le sonrió Rose al llegar a su lado—. Tío Harry y tía Ginny estarán orgullosos.
—Solo soy sustituto —encogió él los hombros.
—¡Pero has entrado en el equipo!
—¡Sí! —acordó Lizzie—. Así no perderás la práctica. ¡Apuesto a que el año que viene serás elegido principal golpeador!
—¿Quieres hacer la apuesta? —la tentó Scorpius.
—¿No crees que lo consiga? —le preguntó Rose.
—No por él, por las golpeadoras que hay este año. Son muy buenas.
—Preferiría que no apostarais sobre eso —dijo Albus antes de retirarse para guardar la escoba.
Sus compañeros de casa también le felicitaron. Cian también había estado en la prueba, específicamente para cazador, pero no había sido elegido, no por su habilidad (que era extraordinaria) sino por la mentalidad tan diferente que tenía ante el quidditch. Sus tácticas eran complicadas y difíciles de seguir para sus compañeros y las maniobras demasiado arriesgadas. «Algún día apreciarán mi arte», había dicho, sin borrar la sonrisa.
Al día siguiente, Albus vio a Jane y Eleanor entrar juntas en el comedor a la hora del desayuno y decidió acercarse.
—Hola —saludó.
Eleanor le dedicó una encantadora sonrisa y Jane, con los ojos almendrados aún medio dormidos, le saludó con la mano.
—Eres Albus Potter, ¿verdad? —le reconoció Eleanor.
—Sí —Albus tendió una mano y Eleanor se la agitó.
—Yo soy Ella Tennfjord.
—Yo Jane Studwick.
—Sí, ya. Solo quería decirte que Sekinci es estúpido —Eleanor, o Ella según se había presentado ella misma, rio, pero Jane solamente parpadeó—. Eso de la «sangre sucia»… No le hagas caso.
—Oh, ya. No, tranquilo. A mí me importa muy poco que me llame así, no es mi problema, pero no me gustó aquella pelea.
—Se lo merecía —aseguró Ella.
—Pero igualmente no me gustó. Soy cazadora porque él fue expulsado, no es justo…
—Sí es justo —dijo Albus—. Él no sabe trabajar en equipo, y eso es esencial, lo dijo Raven. Si no tiene esa cualidad, no puede jugar. Tú sí la tienes.
—Hum…
—Acabará por hacerse a la idea —dijo Ella mientras Jane perdía la mirada en la mesa—. Gracias por venir.
—Oh, no, no es nada. Ánimos.
—Gracias, Albus —dijo Jane apresuradamente al darse cuenta de que Albus se retiraba.
—¿Qué ha dicho? —le preguntó Cian cuando Albus se sentó a su lado.
—Nada interesante.
—Eh, Al, ¿crees que Scorpius conseguirá entrar en el equipo? —preguntó Richard.
—No lo sé, no le he visto jugar mucho.
Y fue por eso mismo que tanto Albus como todos los demás quedaron con la boca abierta cuando vieron a Scorpius jugar como buscador. No disponía de movimientos ni jugadas artísticos, pero detectaba la snitch casi sin moverse y se lanzaba sobre ella como una pantera. Ningún otro pudo vencerle, y así se convirtió en el nuevo buscador de Ravenclaw.
—¡Eso ha sido increíble! —Rose estaba tan alucinada que sus ojos aún estaban enormes.
—Gracias —sonrió Scorpius al sentarse a su lado en las gradas.
—¡Felicidades, Scor! —Sabrina, que también estaba allí, le apretó el hombro antes de saltar encima de su escoba—. Ahora me toca a mí. ¡Deseadme suerte!
—¿Desde cuándo juegas tan bien? —le preguntó Rose, que seguía mirándole como si hubiese hecho un doble mortal.
—Juego en casa con mi padre cuando tenemos tiempo.
Rose intentó con todas sus fuerzas que su sonrisa se viera natural, pero fracasó, al menos a los ojos de Albus.
—Eso es genial.
—¿Tú también juegas con tu padre? —le preguntó Scorpius, y los rasgos de Rose se relajaron.
—Sí, pero se me dan mejor los estudios.
—James nos saluda —avisó Albus, y todos devolvieron el gesto a James, plantado en el campo entre sus compañeros de casa.
Habían visto todos los entrenamientos, de todas las casas y de todas las posiciones. Había habido algunos muy malos, otros regulares y otros realmente buenos. Pero nada los había preparado para lo que hizo Sabrina. Parecía una auténtica profesional a pesar de que tenía solo doce años. Sus movimientos tenían un cierto parecido a lo que había intentado Cian, pero los de él se habían limitado a la teoría; Sabrina había cogido esa teoría y la había aplicado a ella y al juego, al campo y al entorno. Parecía conocer perfectamente los rincones, las pelotas y los postes. ¡Era como si hubiera estado jugando allí durante años! Y estaba tan sonriente, la alegría brillaba en sus ojos y en su porte. Albus supo entonces que nadie ganaría a Gryffindor aquel curso a no ser que se asegurasen de coger la snitch dorada en los primeros minutos de los partidos, lo que significaba que James debería esforzarse más que nunca para que eso no pasase. Anne consiguió el puesto de guardián, Blake y su primo Fred los otros dos puestos de cazador y los golpeadores eran alumnos que Albus no conocía demasiado: Jove Myers, compañero de año, y Peter O’Connell, capitán del equipo.
Aunque el primer partido de la temporada no era hasta dos meses después, Scorpius, por supuesto, quería empezar a entrenar al día siguiente, así que Rose se ofreció a ayudarle y Albus y Lizzie prometieron estar presentes, observándole por si hacía alguna falta grave (aunque ambos sabían que eso no sería necesario y en realidad se habían ofrecido sencillamente para pasar un rato juntos). Así que, al día siguiente, después del desayuno, se reunieron en el campo de quidditch. Albus y Lizzie subieron a las gradas mientras Scorpius y Rose volaban a la altura de los postes.
—Esta mañana he recibido una carta de mi madre —le dijo Lizzie a Albus en cuanto se sentaron.
—Ah, ¿sí?
—Mira —sacó un papel doblado varias veces y leyó—: «Me he informado sobre la piedra de papá» (se refiere al ojo del dragón) «y he decidido destruirla. Creo que es lo mejor. Tu tío me ha ayudado a hacerlo. Sé que querías guardarla como recuerdo, en honor a papá, pero no quiero que tenerla nos ponga en peligro. Lo siento». Y me ha enviado esto.
Lizzie se sacó un collar que había quedado oculto debajo de la camiseta de algo llamado «Star Wars». Era un guardapelo que tenía grabadas las letras H y J en una bonita fuente. Debió ser dorado en un tiempo, pero ahora se veía negruzco, un poco oxidado e incluso quemado. Incluso tenía algunas piedras incrustadas en la cadena, como si hubiera estado bajo tierra.
—Se ve que es una herencia de mi abuela que mi padre llevaba siempre en sus viajes. Mira.
Abrió el guardapelo y dentro había una fotografía de cuatro personas: Lizzie, su hermana y sus padres. Su hermana aún era pequeña en esa foto, tendría dos o tres años. Su madre era una mujer de grandes ojos castaños y pelo largo, y su padre tenía el pelo de Lizzie, su mandíbula era cuadrada y los labios finos. Los cuatro sonreían.
—Es un buen recuerdo, ¿no? No necesitas la piedra.
—Sí, ya —Lizzie cerró el guardapelo e hizo una mueca—. Pero estuvo fuera tanto tiempo, seguramente buscando la piedra… No sé, es como si yo dedicara toda mi vida a cuidar a un animal y, en cuanto yo muriera, lo mataran, ¿sabes? —soltó un bufido y se apoyó en las manos.
—Bueno, ¿y si ese animal que has estado cuidando toda tu vida resultara ser muy peligroso? ¿No querrías que… lo sacrificaran?
Lizzie miró a Albus lentamente.
—Hum… Supongo…
—¡Chicos! —les llamó Scorpius—. ¡No estáis haciendo de árbitros!
—¡Eso no es verdad! —mintió Lizzie.
—¡He hecho tres faltas y no habéis dicho nada!
—¡Porque te las ha dicho Rose! —aseguró, pero a Albus le dirigió una mueca que parecía decir «me lo acabo de inventar, esperemos que cuele».
Scorpius miró a Rose.
—¿Qué? —le inquirió Rose—. ¡No puedo quedarme callada mientras haces una falta en mis narices!
—Pero tenían que hacerlo ellos…
—Ay, déjales. Ya te las digo yo.
—No, porque si las haces tú, no dirás nada.
—¡Porque yo no hago faltas!
—No te creo.
—Así nos dejarán tranquilos —dijo Lizzie, y Albus rio.
Lizzie perdió la vista e hizo una mueca mientras toqueteaba el collar de su padre.
—A veces… —empezó a decir, muy tímidamente, como si estuviera a punto de decir algo prohibido—. A veces creo que… Que no conocía a mi padre.
Albus tragó. Él se sintió igual cuando descubrió que su padre era un héroe de guerra, el Niño Que Vivió, el que derrotó al Voldemort, y que se lo había ocultado durante toda su vida. No podía imaginar lo que debía ser para Lizzie, que no había pasado tanto tiempo con su padre ni tampoco podía pedirle explicaciones, como sí pudo hacer Albus en su momento.
—¿Cuántos años tenías… cuando…?
—Él murió hace cinco años, así que yo tendría… seis o siete años —bufó—. Pero antes de eso, apenas estaba en casa. Siempre estaba trabajando. A ver, no siempre, le veía y me gustaba jugar con él y que me hiciera magia, pero… No sé… ¡E-estoy e-enfada con él! —dijo, pero sus mejillas se inflaron en un puchero y parpadeó varias veces seguidas.
—Mis padres también trabajan mucho —dijo Albus, porque fue lo primero que se lo ocurrió—. Pero no diría que no los conozco. Bueno, no creo que lo que hacen fuera de casa sea tan importante. El trabajo, me refiero. Para mí lo importante es cómo se comporten conmigo y con los demás, y de que hablemos y pasemos tiempo juntos, aunque sea poco. ¿Qué hacíais tu padre y tú?
Lizzie llevó la boca a la rodilla antes de hablar.
—Me leía —sonrió—. Los cuentos de Beedle el Bardo, La Cenicienta, La Bella Durmiente… —Albus solo conocía el primer libro; los otros no tenían ni idea de qué eran—. ¡Y-y me hablaba de animales! Sobre todo de dragones. Jugábamos a juegos de mesa —rio—, pero era muy malo, así que solíamos dejarlos a medias. Jugaba mucho con mi hermana y conmigo juntas. Una vez me habló de la Batalla de Hogwarts —borró la sonrisa y se volvió a apoyar en la rodilla—. Nunca le pregunté ni le pedí que me lo contara otra vez porque se puso muy triste. Siempre que hablaba de su hermana, se ponía muy triste. Me acuerdo de que una vez, le dije que ella estaría muy orgullosa de él, aunque en realidad no sabía lo que decía, pero lo había oído mucho. Él me sonrió y me abrazó.
—¡Y después dices que no conoces a tu padre!
Lizzie miró a Albus y le sonrió.
—Gracias, Al.
Albus le dio unas palmaditas en la mano antes de volver a mirar al campo.
—¡Blagging! —gritó Albus cuando Rose agarró la escoba de Scorpius.
Rose le miró con la boca abierta y Scorpius echó a su prima una mirada severa.
—¡Tenías que mirar ahora, ¿verdad?! —se ofendió Rose, y Scorpius aprovechó ese momento para marcar.
—¡Eh, oye, eso es trampa!
—¡Rose tiene razón, Scor! —le indicó Albus.
—¡No es cierto! Si yo hubiera provocado el despiste, hubiera sido falta, ¡pero te has entretenido tú sola!
—¡No!
—Lo siento, pero gano yo.

Lizzie acabó cogiendo la manía de toquetear el guardapelo de su padre a todas horas, aunque ella no se daba cuenta. Rose le preguntó unos días más tarde qué significaban la H y la L.
—Es por mi abuela. Su apellido de soltera era Howe-Jakeman, esto era suyo.
—¿Por qué no lo heredó tu tío o tu tía? —le preguntó Scorpius—. ¿Tu padre no era el mediano? Hubiera tenido más sentido que el hermano mayor o la hermana (en femenino) lo heredada, ¿no?
—A lo mejor mi tío heredó otra cosa… No lo sé. Además, no sé si fue por testamento. Mis abuelos murieron mientras huían de los mortífagos en la época de… ¿Cómo lo llamáis?
—¿Cuándo Voldemort subió al poder? —propuso Scorpius.
—Sí.
—¿Por qué huían? —preguntó Albus—. Pensaba que tu familia era mestiza.
—Hum, no exactamente. Mi tío me dijo que mi abuelo era nacido de muggles, así que mi abuela huyó con él. Se protegían, pero… Le-les encontraron.
—Oh. Lo siento.
—No pasa nada.
—Suena como que tu abuela era muy valiente —dijo Scorpius.
—Sí —sonrió Lizzie—. Es la única de la familia que quedó en Gryffindor. ¡Como yo!
—¡Era el destino que tuvieras su collar! —dijo de forma mística Rose, y los niños rieron.

A los pocos días, empezaron a oír rumores de un nuevo club. Alguien había escuchado a los profesores hablar de él, pero nadie sabía para qué podía ser ni quién podría ser admitido. Un día, James se les acercó y les dijo que era un club para los niños problemáticos, para tenerlos controlados. Y eso, por supuesto, incluía a Albus y sus amigos. Después, se empezó a decir que Filch dirigiría el club, y la teoría de James cobró más fuerza en la mente de Albus.
—Dicen que aún guarda cadenas en su despacho —se oía por los pasillos.
—Antes, él se ocupaba de los castigos. ¡Colgaba a los niños de los dedos de los pies! —oyó Albus una mañana de camino a Historia de la Magia.
—Filch va a torturarme —le dijo a Richard en la cena—, y después a mi hermano.
—Venga, tranquilo. No va a torturar a nadie.
—Además —añadió Cian—, si te tortura a ti, tendría que torturar a casi todo el colegio.
Los rumores siguieron, y se hicieron tan grandes que Morgan tuvo que calmarlos delante de todos, un viernes antes de la cena.
—El lustro de profesores, como también el señor Filch, han oído varios rumores refiriéndose al nuevo club que el colegio se está planteando comenzar. Me han contado cosas horribles que me gustaría que no se repitan, y mucho más si esas habladurías atentan contra la integridad de una persona.
Los alumnos no fueron demasiado disimulados al echar una ojeada a Filch.
—El club —todos volvieron a mirar a Morgan cuando reanudó su discurso— se trata, de hecho, de un Club de Duelo.
Los murmullos recorrieron rápidamente el comedor. Cian le agitó el brazo a Richard y ambos miraron emocionados a Albus.
—No hemos decidido nada aún, así que tendréis que esperar a que se haga el anuncio pertinente. Y hasta entonces, espero que esos rumores se acallen lo más rápido posible.

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